jueves, 14 de abril de 2011

Ese reloj, nuestro reloj.

Yo no escogí enamorarme de ti, pero la primera vez que te besé nuestros dientes se rozaron por una milesima de segundo y fue increible. Y la hora exacta de ese beso eran las doce y diéz, y quite la pila del reloj para que se quedase la hora detenida para siempre, parada. El minuto exacto en el que me besaste, esta metido en un reloj, para siempre, y ya nunca se que hora es, pero me da igual, y desde entonces miro constantemente el reloj.


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